Estimado Germán García:
He leído con atención su reciente artículo acerca de la psicosis y la transmisión del psicoanálisis, y me veo impulsado a responderle desde la resonancia que suscitan sus palabras. No pretendo clausurar debate alguno —sabemos que el psicoanálisis vive de su apertura—, sino más bien continuar el hilo que usted mismo extiende en sus reflexiones.
Usted señala, con justeza, que en la psicosis el sujeto no queda tomado por la metáfora paterna, y que esa forclusión produce un modo de habitar el lenguaje distinto, a veces insoportable para la lógica común. Coincido con esta lectura, pero quisiera subrayar un matiz: la experiencia analítica, incluso con los llamados “psicóticos”, no debería reducirse a verificar estructuras, sino a alojar la invención singular que cada uno puede tejer con los restos de ese mismo lenguaje que se le vuelve ajeno.
Me atrevo a pensar que, si en la neurosis el síntoma se anuda como metáfora, en la psicosis la invención se presenta más bien como bricolaje: una escritura en el margen, un uso heterodoxo de las palabras, un hallazgo en apariencia mínimo pero vital. En este punto, más que la forclusión como diagnóstico cerrado, me interesa la posibilidad de captar cómo el sujeto produce un borde, un artilugio, una suerte de sinthome que le permite habitar lo real sin sucumbir a él.
Usted evoca, con razón, que la clínica psicoanalítica no puede ser pensada sin la dimensión de la transferencia. Pero ¿qué forma adopta la transferencia allí donde la figura del Otro no se sostiene en la misma consistencia? Tal vez la respuesta esté en concebirla menos como suposición de saber y más como presencia dispuesta a acompañar el ensayo de una invención. El analista, en tales casos, se vuelve menos intérprete y más testigo de una escritura inédita.
Celebro, finalmente, su insistencia en que el psicoanálisis no debe abandonar la reflexión sobre la psicosis, incluso en tiempos donde las urgencias farmacológicas parecen ocuparlo todo. En ese gesto se sostiene la fidelidad a lo que Freud y Lacan nos legaron: la convicción de que siempre hay un sujeto, incluso allí donde el discurso científico tiende a borrarlo.
Le agradezco la oportunidad de este intercambio y quedo, como usted, a la espera de que otros colegas se sumen a la conversación.